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NADIE COMO JESÚS











              ran dos ladrones los que se encon-
              traban  a  cada  lado  de  la  cruz  de
         E día  y  hora,  seguramente  habrían CAMBIA MI
              Jesús. Al ser crucificados el mismo
         cometido juntos el delito del que se les
         acusaba.  Sin  embargo,  había  una  gran  MIRADA, NO MI
         diferencia entre ellos.
                                                 SITUACIÓN
            El  buen  ladrón  conocía  el  temor  de
         Dios.  Sabía  que  merecía  la  pena  que
         había recibido. Sabía que no debía cul-  ―
         par a nadie por la situación que estaba  PE(S)CADORES
         viviendo, pues era a donde los actos que
         él,  libremente,  había  cometido  a  donde
         le habían llevado: “porque nos lo hemos
         merecido con nuestros hechos; en cam-
         bio, éste nada malo ha hecho”.


            Sabía que él si era culpable. Y a dife-
         rencia de su compañero que decía: “si tu
         eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nos-
         otros”, el buen ladrón no pedía que cam-
         biasen sus circunstancias, sabía que era
         él quien debía cambiar.

            Y  desde  su  vergüenza,  pero  sin  es-
         conderse  de  su  pecado,  suplico  una
         única  cosa:  “Jesús,  acuérdate  de  mí
         cuando entres en tu Reino”.

            Y  fue  esa  valentía  de  corazón,  ese
         arrepentimiento, el que le daría paso a la
         vida eterna.

            ¿Te has dado cuenta de que en esta
         historia  su  situación  no  ha  cambiado?
         Sigue clavado en esa cruz. El sufrimien-
         to físico sigue existiendo. Pero miento, si
         que  ha  cambiado  algo:  Ese  sufrimiento
         tiene  un  sentido.  La  misericordia  de
         Dios. ❏








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