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TRIBUNA LIBRE









                                                     indiferencia, con qué frialdad. Mi corazón está ol-
                                                     vidado; ya nadie se preocupa por mi amor, siem-
                                                     pre estoy triste. Mi casa se ha convertido para
                                                     muchos en un teatro de diversiones; también mis
                                                     ministros, a quienes siempre he mirado con pre-
                                                     dilección, a quienes he amado como a la niña de
                                                     mis ojos; y deberían ayudarme en la redención de
                                                     un tiempo, pero ¿quién lo creería? De ellos debo
                                                     recibir ingratitud e ignorancia».
                                                       Todo esto le sucedió en diciembre de 1912.
                                                     Pero es que el 4 de abril de 1913 tuvo otra visión.
                                                     Dice: «Jesús se me apareció. Estaba maltrecho y
                                                     desfigurado. Me mostró una gran multitud de sa-
                                                     cerdotes regulares y seculares, entre ellos varios
                                                     dignatarios  eclesiásticos;  de  estos,  quien  cele-
                                                     braba, estaba de pie y se quitaba las vestiduras
                                                     sagradas (…) Se alejó de aquella turba de sacer-
                                                     dotes con una expresión de gran disgusto gritan-
                                                     do: “¡carniceros!”. Y dirigiéndose a mí me dijo:
                                                     “Hijo mío, no creas que mi agonía haya sido de
                                                     tres horas, no. Yo estaré por las almas más bene-
                                                     ficiadas por mí, en agonía hasta el fin del mundo
                                                     (…) Lo que más me aflige es que añaden su des-
                                                     precio e incredulidad a su indiferentismo».
                                                       Duras son estas palabras de san Pío sobre la
         heridas,  hecho  que  ayudaba  a  comprobar  el  ingratitud de algunos consagrados de su tiempo.
         hecho como cierto. Mons. Rossi escribió también  Duele leerlas. Y parece que los tiempos no han
         que el Padre Pío era muy gentil; muy amado por  ido a mejor. Es verdad que ya entre sus elegidos
         sus superiores por ser "gran ejemplo y no mur-  hubo un traidor, y que siempre ha habido, hay y
         murador"; dedicaba entre 10 y 12 horas al día a  habrá Judas. Pero sabemos también de la gene-
         confesar  y  celebraba  Misa  "con  extraordinaria  rosa entrega de otros muchos sacerdotes que, a
         devoción".                                  pesar de sentirse incomprendidos, solos, no apo-
            Sabemos que ya siete años antes, el hijo de  yados en muchas ocasiones, perseguidos y mar-
         Dios había confiado al capuchino su pena por la  tirizados, son ejemplo de fe, servicio y entrega.
         ingratitud de sus elegidos. Según padre Pío, el  Baste recordar el número de los que en la Gue-
         Hijo de Dios dijo: «Con cuanta ingratitud se paga  rra Civil española fueron martirizados en la cató-
         mi amor a los hombres; hombres viles y débiles  lica España por su fe inquebrantable, cerca de
         que no se hacen ninguna violencia para vencerse  8000.  Demos  gracias  a  Dios  por  todos  ellos  y
         a sí mismos en las tentaciones, que más bien se  puesto  que  “la  mies  es  mucha  y  los  obreros
         deleitan en su iniquidad. Las almas que más amo,  pocos, rogad al Dueño de la mies que envíe más
         puestas a prueba, me fallan, los débiles se aban-  obreros a su mies”  (Lc. 10.2) ❏
         donan al desánimo y la desesperación, los fuertes
         se relajan poco a poco. Solo me quedo de noche,
         solo de día en las iglesias. Ya no les importa el sa-  Nota: Casi todo lo relatado en este artículo está to-
         cramento del altar, no hablan de este sacramen-  mado de la revista italiana “VOCE DI PADRE PIO”
         to del amor, y los que lo hacen ¡ay de mí! con qué  de mayo de 2021, así como de otras publicaciones.


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