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LECTURAS








           XXIX DOMINGO


                    DE TIEMPO



                  ORDINARIO
                                             desarmar a los reyes, para abrir an-
                                       ―     te él las puertas, para que los porta-
                                             les no se cierren. Por mi siervo Ja-
                                    CICLO A
                                             cob, por mi escogido Israel, te llamé
                                             por tu nombre, te di un título de ho-
                                             nor, aunque no me conocías. Yo soy
                                             el Señor y no hay otro; fuera de mí
                                             no  hay  dios.  Te  pongo  el  cinturón,
           Isaías 45, 1. 4-6.                aunque no me conoces, para que se-
           Esto dice el Señor a su Ungido, a Ci-  pan de Oriente a Occidente que no
           ro: «Yo lo he tomado de la mano, pa-  hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor
           ra  doblegar  ante  él  las  naciones  y  y no hay otro».



             Salmo 95, 1 y 3.4-5.7-8a. 9-10ac                                    “La
                                                                                 incredulidad
             /R. Aclamad la gloria y el poder del Señor                          de Santo
                                                                                 Tomás” de
             Cantad al Señor un cántico nuevo,                                   Frans
             cantad al Señor, toda la tierra.                                    Francken II
             Contad a los pueblos su gloria,
             sus maravillas a todas las naciones. R/

             Porque es grande el Señor,
             y muy digno de alabanza,
             más temible que todos los dioses.
             Pues los dioses de los gentiles no son nada,
             mientras que el Señor ha hecho el cielo. R/


             Familias de los pueblos, aclamad al Señor,
             aclamad la gloria y el poder del Señor;
             aclamad la gloria del nombre del Señor,
             entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. R/

             Postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
             tiemble en su presencia la tierra toda.
             Decid a los pueblos: «El Señor es rey:
             él gobierna a los pueblos rectamente». R/



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