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nuestra dignidad de hijos de Dios. Saber que se  tura de caballerías, cuando hubiese sido mejor le-
         nos ha dado la libertad para contribuir al per-  er otros libros que hubieran sido luz de su alma.
         feccionamiento del mundo y para hacerlo cre-  Cuánto amaba Santiago la lectura de Santa Tere-
         cer según el recto orden de las cosas estableci-  sa de Jesús y de San Juan de la Cruz, cima de la
         do por el Creador.                          literatura  y  de  la  lírica,  maestros  del  Renaci-
            La belleza era para Santiago -con palabras de  miento que descubren que la mayor aventura del
         Tomás de Aquino- “el esplendor de la verdad”.  hombre es navegar hacia dentro.
         Como huella del Creador, no puede ser separada  Pero a pesar de ello también había en San-
         de lo real y de su sentido profundo, de la verdad  tiago mucho de caballero andante, pues “subido
         y del bien. Es también “via pulchritudinis”, reve-  a esa atalaya adonde se ven verdades”, como di-
         lación visible del Invisible.               ría la santa abulense, contemplaba y combatía
            Es  particularmente  admirable  su  capacidad  generosamente en la dramática contienda que
         de “leer” en las obras de arte, singularmente en  agita los tiempos modernos entre la civilización
         la pintura, porque entiende que el arte es espejo  cristiana y el humanismo ateo que, como repe-
         de la condición humana y que es mucho lo que -  tía, ha dejado a tantos hombres y pueblos sin es-
         sabiendo mirar- puede descubrirse acerca de la  peranza.
         dignidad de la persona y del dramatismo de su vi-  Pero creo que sería erróneo por mi parte no
         da  entendida  como  opción  de  libertad.  El  arte  mencionar la raíz profunda que movía el pensa-
         verdadero, ha escrito Santiago, es una escuela  miento y la acción de Santiago Arellano. Me re-
         abierta; nos educa, nos abre a la vida.     fiero a su profunda vida de fe, heredada de sus
            Es maestro que no retrocede ante el estudio  padres, de quienes con cariño y orgullo repite a
         de obras duras o escabrosas, antes bien, era un  menudo: “mis padres fueron campesinos”; culti-
         prodigio escucharle reflexionar acerca de La Ce-  vada más tarde en la escuela de San Vicente de
         lestina o El retrato de Dorian Grey, los poemas de  Paúl, el Apostolado de la Oración, Cristiandad,
         Huidobro o de Cernuda, entre otros muchos. Es-  la  Adoración  Nocturna…;  y  siempre,  siempre,
         tá convencido de que haciendo ver en la ficción  vivida y ahondada desde el Corazón de Jesús y
         las consecuencias del mal, se ayuda a acertar en  el amor a la Iglesia. Cuanto Santiago se ha es-
         vida real. Recoge con ello la tradición de la ca-  forzado en enseñar es una forma -su forma- de
         tarsis aristotélica: la literatura en particular y to-  dar  a  compartir  lo  contemplado  y  vivido  ante
         das las artes en mayor o menor medida ostentan  Cristo en la Eucaristía. La suya es una fe cultu-
         un potencial purificador de las pasiones, ayudan  ralmente fecunda.
         a encontrar serenidad de ánimo ante las adversi-  Para dar razón de lo que debemos a su mira-
         dades de la vida, nos ofrecen modelos y lecciones  da de maestro, y del tesoro que regala con su
         de comportamiento con las que podemos apren-  amistad, podríamos servirnos de uno de sus clá-
         der a vivir rectamente.                     sicos más citados, Jenofonte, el cual pone en bo-
            Santiago era un Quijote. Pero no por andar  ca de su maestro Sócrates palabras que podría
         embebido en libros de claro en claro y de turbio  muy bien firmar Santiago: “Antifón, mucho más
         en turbio que le lanzaran a una aventura atolon-  me deleito yo en tener buenos amigos; y si algo
         drada. Él, por cierto, aconsejaba empezar la lec-  bueno poseo, lo enseño y lo pongo a disposición
         tura del genial libro de Cervantes con el último  de los que yo creo podrán aprovecharse de ello
         capítulo, en el que se nos revela quién es de ver-  para la virtud. Y en cuanto a los tesoros que los
         dad el hidalgo manchego. Se trata de Alonso Qui-  antiguos varones sabios dijeron en sus libros, los
         jano, a quien sus virtudes le merecieron renom-  despliego  y  recorro  con  mis  amigos.  Y  si  algo
         bre de Bueno y que, ya con el pie en el estribo,  bueno  encontramos,  lo  recogemos  cuidadosa-
         reconoce que su afán por desfacer entuertos le  mente y tenemos por gran provecho sernos útiles
         llevó a empuñar las armas seducido por la litera-  unos a otros.” (Recuerdos de Sócrates. I, VI). ❏


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