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porque al llegar a ella cumpliste la más grande re-
                                                   nuncia de tu gloria, la renuncia de tu obra. Fue tu
                                                   muerte encumbrado sacrificio. en la cumbre de
                                                   tu pasión, cargado de burlas, renuncias, no a ti
                                                   mismo, sino a algo más grande que tú: a tu obra.
                                                   Y la gloria te acoge para siempre».
                                                      El “Maestro” Arellano, en el sentido renacen-
        villano Pedro Salinas en La voz a ti debida o Ra-  tista del término, no interpretaba el Quijote sino
        zón de amor a aquella otra más panteísta de otro  que lo vivía; por ello, sus comentarios no sonaban
        sevillano,  premio  Nobel  de  literatura,  Vicente  a lugares comunes aprendidos en la amplia bi-
        Aleixandre. Y, por supuesto, un lugar privilegiado  bliografía cervantina de la inmortal obra. Santia-
        era para Juan Ramón Jiménez, maestro de poetas  go  reflexionaba  sobre  la  lectura  anual  de  esta
        de la generación del 27, a quienes tanto leyó y co-  obra y aprendía rasgos de la humanidad de don
        mentó con buen tino en sus libros, cursos y con-  Quijote y de su contrapunto Sancho, haz y envés
        ferencias.                                 del ser humano. Al final, don Quijote se desvane-
           Pero volviendo a sus libros de cabecera, no du-  ce en la mente de Alonso Quijano y entonces este
        damos de que Santiago Arellano era un lector asi-  sí que se muere. No se puede vivir sin ideales, hoy
        duo  del  Quijote  que  releía  cada  año,  como  co-  diremos valores. Y nos enseña cómo se afronta y
        mentó, con su habitual sencillez, en la lectura pú-  se acepta la muerte cuando llega. Ejemplo de ello
        blica del Quijote celebrada en el parque Errenie-  nos ha dado Santiago en la entrevista que su hijo
        ga de Zizur Mayor en abril de este año. En este  Santi le hizo, hace apenas dos años, tras una pe-
        acto hizo un repaso ameno y ágilnpor pasajes ca-  nosa y dolorosa enfermedad de la que se recupe-
        si escenificados del inmortal libro, por el modo en  ró milagrosamente, pero allí anticipaba su sentido
        que modulaba la voz, con la familiaridad de quien  cristiano de la muerte cuando el 5 de diciembre le
        vive y conoce cada detalle del pasaje y de los per-  llegó, esta vez sí, y casi inesperadamente.
        sonajes. Se diría que vivían en su mente y los re-  Cómo olvidar una cita de una de las Coplas a
        creaba como si acabaran de salir de la escritura  la muerte de su padre, que, de modo casi proféti-
        cervantina. Santiago tenía el Quijote en las uñas y  co, dijo a su hijo en dicha entrevista. No puede ser
        captaba muy a fondo lo que a los simples lectores  más ad hoc la muerte de Santiago, por el modo si-
        podía pasar inadvertido. Nos recomendó empezar  milar al que nos dejó Jorge Manrique en la des-
        la lectura del Quijote por el final. Así entendería-  pedida literaria de la copla 40 de su obra maestra.
        mos mejor el mensaje cervantino de que se puede  A modo de conclusión la dedicamos al gran ami-
        renunciar a la fantasía, pero nunca a los ideales  go de todos, Santiago:
        de la verdad, de la bondad, de la belleza de las
        obras de arte, especialmente de las literarias y  Así, con tal entender,
        pictóricas, de las que era tan entusiasta. Los mis-  todos sentidos humanos
        mos anhelos de justicia y de nobleza de espíritu  conservados,
        que guiaron la vida de Alonso Quijano, apodado  cercado de su mujer,
        no casualmente “el bueno”, fueron los valores que  Y de sus hijos y hermanos
        encarnaba Santiago Arellano. Días antes de caer  y criados,
        enfermo el personaje cervantino, le había dicho  dio el alma a quien se la dio,
        aquel a Don Álvaro de Tarfe: «Yo no sé si soy bue-  el cual la ponga en el cielo
        no, pero sé decir que no soy malo».           y en su gloria,
           Y Miguel de Unamuno comenta a propósito de  y aunque la vida perdió,
        la muerte de Alonso Quijano:                  dejónos harto consuelo
           «tu muerte fue aún más heroica que tu vida,  su memoria. ❏


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