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LITURGIA









              SEÑOR, ¡QUÉ BIEN


                       SE ESTÁ AQUÍ!



                                                ―
                                ALFREDO LÓPEZ VALLEJOS




                    a reacción de los tres discípulos en el
                    monte de la transfiguración (Mt. 17,4;
                    Mc. 9,5; Lc. 9,33) nos resulta perfec-
                    tamente razonable. Se sienten privile-
                    giados entre el grupo de los doce, son
                    además testigos de una escena des-
           L concertante que muestra la gloria del
           Maestro. Así, años más tarde, todavía la recorda-  do, esa es la respuesta de los discípulos. La mis-
           rá Pedro: "Porque recibió de Dios Padre honor y  ma que experimentamos, a lo largo de la histo-
           gloria, cuando le dirigió esta voz: Este es mi Hijo  ria, los seguidores de Jesús cuando nos recono-
           muy  amado,  en  quien  me  complazco.  Nosotros  cemos elegidos para formar parte de sus segui-
           mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, es-  dores, iluminados por la fe, receptores y desti-
           tando con él en el monte santo" (2 Pe.1,17-18).  nados a ser portadores del mejor anuncio que
              La transfiguración no fue sino un velado anti-  puedan recibir los hombres de todos los tiempos
           cipo de su destino final, que Jesús ha querido con-  y culturas: el proyecto salvador de Dios. ¡Qué
           cederles, mientras suben hacia Jerusalén, en un  bien se está aquí, iluminados por la fe! ¡Qué bien
           itinerario que sabe no tendrá retorno para él. To-  se está en la Iglesia, donde podemos experimen-
           do ello después de haberles hablado con toda cla-  tar la recomendación: "Escuchadlo!".
           ridad de su próxima pasión y muerte; mientras los  No  debería  sorprendernos  tampoco  a  nos-
           discípulos parecían estar ajenos a ese programa  otros que el Señor nos rescatase de tanta fasci-
           tan extraño todavía para ellos. De momento ellos  nación y embelesamiento, para urgirnos a bajar
           se sienten encantados con ser testigos de la glo-  de la montaña, y una vez reconfortados con la vi-
           ria del Señor. "¿Qué bien se está aquí!".   sión  anticipada  de  la  cruz  gloriosa,  podamos
              Es cierto que también llegaron a experimen-  continuar nuestra subida vital hacia Jerusalén.
           tar temor cuando una nube los cubrió y a pesar  Ni debería asombrarnos la recomendación de no
           de  las  palabras  del  Señor:  "Ánimo,  no  tengáis  contar a nadie la experiencia del Señor transfi-
           miedo", la confusión debió hacerse mayor mien-  gurado, porque nadie podría entenderla, hasta
           tras bajaban del monte, por la recomendación del  no tener la iluminación de la fe en el Señor re-
           mismo Jesús: "No contéis a nadie la visión hasta  sucitado. Solo desde la fe, solo desde la escucha
           que el Hijo del hombre haya resucitado de entre  cordial del mensaje salvador del Hijo amado, se
           los muertos" (17,9), mientras ellos habrían pla-  llega a conseguir ver iluminada la cruz, el senti-
           neado precisamente lo contrario.           do del sufrimiento y la aceptación de la voluntad
              ¡Qué bien se está aquí! en la presencia anti-  del  Padre.  Realmente,  sigue  siendo  tan  actual
           cipada de la gloria del Señor, en la experiencia  como convincente la expresión de los apóstoles:
           personal y gozosa de contemplarlo transfigura-  "¡Qué bien se está aquí, Señor!". ❏


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