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SEMANA SANTA









           mente, comparecieron dos que declararon: «Este  pecado entregando sangre inocente».
           ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y re-  Pero ellos dijeron: «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!».
           construirlo en tres días"».                Él, arrojando las monedas de plata en el templo, se
           El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo: «¿No tie-  marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, reco-
           nes nada que responder? ¿Qué son estos cargos  giendo las monedas de plata, dijeron: «No es lícito
           que presentan contra ti?».                 echarlas en el arca de las ofrendas, porque son pre-
           Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo: «Te  cio de sangre».
           conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres  Y,  después  de  discutirlo,  compraron  con  ellas  el
           el Mesías, el Hijo de Dios».               Campo del Alfarero para cementerio de forasteros.
           Jesús le respondió: «Tú lo has dicho. Más aún, yo os  Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de
           digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre senta-  Sangre». Así se cumplió lo dicho por medio del pro-
           do a la derecha del Poder y que viene sobre las nu-  feta Jeremías: «Y tomaron las treinta monedas de
           bes del cielo».                            plata, el precio de uno que fue tasado, según la ta-
           Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras  sa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Cam-
           diciendo: «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tene-  po del Alfarero, como me lo había ordenado el Se-
           mos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.  ñor».
           ¿Qué decidís?».                            Jesús fue llevado ante el gobernador, y el goberna-
           Y ellos contestaron: «Es reo de muerte».   dor le preguntó: «¿Eres tú el rey de los judíos?».
           Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon;  Jesús respondió: «Tú lo dices».
           otros lo golpearon diciendo: «Haz de profeta, Me-  Y, mientras lo acusaban, los sumos sacerdotes y los
           sías; dinos quién te ha pegado».           ancianos no contestaba nada. Entonces Pilato le
           Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acer-  preguntó:  «¿No  oyes  cuántos  cargos  presentan
           có una criada y le dijo: «También tú estabas con Je-  contra ti?».
           sús el Galileo».                           Como no contestaba a ninguna pregunta, el gober-
           Él lo negó delante de todos diciendo: «No sé qué  nador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el go-
           quieres decir».                            bernador solía liberar un preso, el que la gente qui-
           Y al salir al portal lo vio otra y dijo a los que esta-  siera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Ba-
           ban allí: «Este estaba con Jesús el Nazareno».  rrabás.  Cuando  la  gente  acudió,  dijo  Pilato:  «¿A
           Otra vez negó él con juramento: «No conozco a ese  quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús,
           hombre».                                   a quien llaman el Mesías?».
           Poco después se acercaron los que estaban allí y di-  Pues sabía que se lo habían entregado por envidia.
           jeron a Pedro: «Seguro; tú también eres de ellos, tu  Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer
           acento te delata».                         le mandó a decir: «No te metas con ese justo por-
           Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar  que esta noche he sufrido mucho soñando con él».
           diciendo: «No conozco a ese hombre».       Pero los sumos sacerdotes y los ancianos conven-
           Y enseguida cantó un gallo. Pedro se acordó de  cieron a la gente para que pidieran la libertad de
           aquellas palabras de Jesús: «Antes de que cante el  Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador pre-
           gallo me negarás tres veces». Y saliendo afuera, llo-  guntó: «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?».
           ró amargamente.                            Ellos dijeron: «A Barrabás».
           Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los  Pilato les preguntó: «¿Y qué hago con Jesús, llama-
           ancianos del pueblo se reunieron para preparar la  do el Mesías?».
           condena a muerte de Jesús. Y, atándolo, lo llevaron  Contestaron todos: «Sea crucificado».
           y lo entregaron a Pilato, el gobernador. Entonces  Pilato insistió: «Pues, ¿qué mal ha hecho?».
           Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado,  Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Sea crucificado!».
           se arrepintió y devolvió las treinta monedas de pla-  Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario,
           ta a los sumos sacerdotes y ancianos diciendo: «He  se estaba formando un tumulto, tomó agua y se la-


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