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más regido por el absurdo y la crueldad, que por  lencio.  Pleberio  había  sido  hasta  los  cuarenta
         una razón providente y benévola. En el fragmen-  años una especie de Calisto. El párrafo en que lo
         to elegido hay una confesión de Pleberio que lo  recuerda es una denuncia contra su pasividad. Él
         hace corresponsable del final de su hija. Hay va-  que conocía las mañas de los nuevos amantes no
         rios momentos en que estando en la cama de no-  relaciona lo que está ocurriendo en su casa con lo
         che oyen ruidos y palabras inquietantes. La ma-  que él vivió en sus mocedades. Un hombre tan ac-
         dre Elicia llega a decir, en el colmo de un desco-  tivo y sagaz sigue tranquilo en su alcoba. Tenía se-
         nocimiento supino, que su hija no conoce ni si-  senta  años.  No  estaba  decrépito,  sino  activo  y
         quiera la diferencia de macho y hembra, cuando  muy consciente. Su pasividad lo acusa. No me sir-
         ya Melibea lleva un mes acostándose en su casa  ve: “No pensé que tomabas en los hijos la ven-
         con Calisto. ¿Será Pleberio un padre poco atento  ganza de los padres.” Pleberio no está exento de
         a su familia aunque ha sido capaz de construir un  culpa, al menos de omisión. También en La Ce-
         emporio comercial tan productivo como confiesa  lestina rechazamos la causa y nos desmoronan las
         en este fragmento? Es más terrible todavía su si-  consecuencias.



           LA CELESTINA

           “Pero ¿quién forzó a mi hija a morir sino la fuerte fuerza de amor? Pues, mundo halaguero, ¿qué
           remedio das a mi fatigada vejez? ¿Cómo me mandas quedar en ti conociendo tus falacias, tus
           lazos, tus cadenas y redes con que pescas nuestras flacas voluntades? ¿A dó me pones mi hija?
           ¿Quién acompañará mi desacompañada morada? ¿Quién tendrá en regalos mis años que
           caducan? ¡Oh amor, amor, que no pensé que tenías fuerza ni poder de matar a tus sometidos!
           Herida fue de ti mi juventud; por medio de tus brasas pasé. ¿Cómo me soltaste para me dar la
           paga de la huida en mi vejez? Bien pensé que de tus lazos me había librado cuando los cuarenta
           años toqué, cuando fui contento con mi conjugal compañera, cuando me vi con el fruto que me
           cortaste el día de hoy. No pensé que tomabas en los hijos la venganza de los padres. Ni sé si
           hieres con hierro ni si quemas con fuego. ‘Sana dejas la ropa, lastimas el corazón’. Haces que ‘feo
           amen y hermoso les parezca’. ¿Quién te dio tanto poder? ¿Quién te puso nombre que no te
           conviene? Si amor fueses, amarías a tus sirvientes; si los amases, no les darías pena; si alegres
           viviesen, no se matarían, como ahora mi amada hija. ¿En qué pararon tus sirvientes y sus
           ministros? La falsa alcahueta Celestina murió a manos de los más fieles compañeros, que ella
           para tu servicio emponzoñado jamás halló; ellos murieron degollados; Calisto despeñado; mi
           triste hija quiso tomar la misma muerte por seguirle. Esto todo causas. Dulce nombre te dieron,
           amargos hechos haces. No das iguales galardones. Inicua es la la Ley que a todos igual no es.
           Alegra tu sonido, entristece tu trato. Bienaventurados los que no conociste o de los que no te
           curaste. Dios te llamaron otros, no sé con qué error de su sentido traídos. Cata que Dios mata los
           que creó, tú matas los que te siguen. Enemigo de toda razón, a los que menos te sirven das
           mayores dones, hasta tenerlos metidos en tu congojosa danza. Enemigo de amigos, amigo de
           enemigos, ¿por qué te riges sin orden ni concierto? ……….. Del mundo me quejo porque en sí me
           crió, porque no me dando vida, no engendrara en él a Melibea; no nascida, no amara; no
           amando, cesara mi quejosa y desconsolada postrimería. ¡Oh mi compañera buena! ¿O mi hija
           despedazada! ¿Por qué no quisiste que estorbase tu muerte? ¿Por qué no hubiste lástima de tu
           querida y amada madre? ¿Por qué te mostraste tan cruel con tu viejo padre? ¿Por qué me dejaste
           penado? ¿Por qué me dejaste triste y solo In hac lachrymarun valle?



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