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cionándolos a la virtud, pues pensaban que ésta la
mejor herencia que les podían dejar".
Los hermanos de Francisco Javier son Mi-
guel de Jaso, el mayor y heredero de la familia,
que vivirá en el castillo; y Juan, que recibirá el
apellido de su madre, Azpilcueta, y que se esta-
blecerá en Obanos y Tafalla, con el nombre de
Capitán Azpilcueta. Su carrera son las armas.
Ana de Jaso se casará con Diego de Ezpeleta, se-
ñor de Beire. Magdalena, fue dama de honor de
Isabel la Católica. Pero entró en el convento de
Clarisas de Gandía, y fue elegida abadesa. Era
un alma de Dios, anticipando la santidad de su
hermano Francisco. Fue ella la que retuvo a
Francisco en París, pues Miguel, el mayorazgo,
por falta de recursos, había decidido que su
Francisco dejara los estudios y volviera a Xavier.
«No hagáis tal, dijo Magdalena, estoy cierta de
que mi hermano Francisco será gran servidor de
Dios y una de las columnas de su Iglesia.» Mi-
guel y Juan eran los hermanos mayores del San-
to, Juan, su preferido. Una frase de Juan descu-
bre su temple militar: detestaba las corridas de
toros, «porque en ellas se aprende y acostum-
bra, en vez de atacar al enemigo, a escapar de far en la vida y, piensa que ayudará a sus her-
él». Durante la invasión del Duque de Alba estu- manos a reconstruir el castillo, tal como lo vio en
vieron en Pamplona, donde cayó herido Iñigo de su niñez cuando la torre del homenaje erguía
Loyola, del bando enemigo. ¡Cómo podían majestuosa sus almenas. Javier abraza a su ma-
aprender la lección los hombres de hoy! dre y a sus hermanos y con diecinueve años em-
prende su marcha a la Universidad de París.
EL CASTILLO DE JAVIER
JUVENTUD DIVERTIDA
Donde el río Aragón empieza a regar las tierras
de la ribera de Navarra existía un castillo me- París siempre ha tenido fama de ciudad alegre y
dieval, edificado en el siglo XIII sobre otro más divertida; pero ninguno de sus barrios era tan
antiguo y renovado por sus padres, como hemos bullicioso y jaranero como el Latino, donde se
hecho constar al propio Carlomagno. Coronado hacinaban los 50 colegios que componían la Uni-
de macizas torres y rodeado de un foso con altos versidad. La sociabilidad innata de Javier y su jo-
muros y puentes levadizos, demostraba a las cla- vialidad será una característica propia hasta el
ras su carácter defensivo frente al vecino Reino fin de su vida. La severidad de los reglamentos
de Aragón. de los Colegio Mayores no le impedía a Javier es-
Mientras los criados preparan las cabalgadu- capar de noche y respirar un poco de libertad
ras con los pertrechos para tan lago viaje, María por las timbas, tabernas y figones, abundantes
de Azpilcueta da sus últimos consejos a su hijo en el barrio Latino. Le gustaba beber, jugar a las
Francisco con el triste presentimiento de que cartas y, sobre todo, cantar. Y así hasta que em-
nunca más lo volverá a ver. Javier espera triun- pezó a tratar a Iñigo de Loyola...
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