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me reconcilio con el poeta y le felicito: tienes ra-
zón, si la belleza es un espejismo y Dios una cre-
ación de la conciencia, claro que no basta ni la
belleza, ni el bien, ni la verdad, sería como en el
canto infantil que repite: “la verás, la verás pe-
ro no la catarás”. Sin embargo tiene la valentía
de reconocer que es maravillosa. Yo añado: no
sólo por estética sino porque la belleza y el
amor son dos señales de la verdad del cielo. No
tengo la menor duda: me fío del Señor. Y para
colmo me embeleso de la belleza y de cada ins-
tante que fluye entre mis manos como presagio
de eternidad. ❏
NO BASTA mirar las ondas puras de la divinidad bienhechora!
De Vicente Aleixandre ¡Ver la luz amanecer por oriente, y entre
la aborrascada nube preñada
Así sollocé sobre el mundo. contemplar un instante la purísima frente divina
¿Qué luz lívida, qué espectral vacío velador, destellar,
qué ausencia de Dios sobre mi cabeza derribada y esos inmensos ojos bienhechores
vigilaba sin límites mi cuerpo convulso? donde el mundo alzado quiere entero copiarse
¡Oh madre, madre, sólo en tus brazos siento y mecerse en un vaivén de mar, de estelar mar
mi miseria! Sólo en tu seno martirizado por mi llanto entero,
rindo mi bulto, sólo en ti me deshago. compendiador de estrellas, de luceros, de soles,
mientras suena la música universal, hecha ya frente
Estos límites que me oprimen, pura,
esta arcilla que de la mar naciera, radioso amor, luz bella, felicidad sin bordes!
que aquí quedó en tus playas,
hija tuya, obra tuya, luz tuya, Así, madre querida,
extinguida te pide su confusión gloriosa, tú puedes saber bien –lo sabes, siento tu beso
te pide sólo a ti, madre inviolada, secreto
madre mía de tinieblas calientes, de sabiduría–
seno solo donde el vacío reina, que el mar no baste, que no basten los bosques,
mi amor, mi amor, hecho ya tú, hecho tú sólo. que una mirada oscura llena de humano misterio,
no baste; que no baste, madre, el amor,
Todavía quisiera, madre, como no baste el mundo.
con mi cabeza apoyada en tu regazo,
volver mi frente hacia el cielo Madre, madre, sobre tu seno hermoso
y mirar hacia arriba, hacia la luz, hacia la luz pura, echado tiernamente, déjame así decirte
y sintiendo tu calor, echado dulcemente sobre tu mi secreto; mira mi lágrima
falda, besarte; madre que todavía me sustentas,
contemplar el azul, la esperanza risueña, madre cuya profunda sabiduría me sostiene
la promesa de Dios, la presentida frente amorosa. ofrecido.
¡Qué bien desde ti, sobre tu caliente carne robusta,
LA VERDAD • 31