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El cisma de Focio ahondó las divisiones
entre las Iglesias de Occidente y Orien-
te, pues al rechazo de la supremacía pa-
pal se añadió una diferencia doctrinal.
El emperador Basilio I repuso como pa-
triarca a Ignacio (867) y el IV Concilio
Ecuménico de Constantinopla (869-
870), que los católicos consideran como
octavo concilio ecuménico, condenó a
Focio. Tras la muerte de Ignacio, Focio
volvió a ser patriarca (877), pero acabó sión occidental, que plasmó en su obra
siendo cesado de nuevo (886). “Mystagogia”. Sus ideas fueron arsenal
Focio fue un eclesiástico de vasta inagotable para las discusiones con los
cultura y contó con el apoyo de la mayor representantes de la Iglesia de Occiden-
parte de los obispos griegos. Sus escri- te y prepararon el cisma definitivo, que
tos sirvieron para recoger faltas y equi- se produjo dos siglos más tarde. Como
vocaciones de los papas (en la “Collec- patriarca y como teólogo, asentó pro-
tanea”) y para configurar una doctrina fundas divisiones que perjudicaron al
sobre el Espíritu Santo contraria a la vi- conjunto de la Iglesia. ❏
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