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l Los refugiados e inmigrantes. Partiendo de la
base de que «no cabe una división entre proble-
mas propios de la moral social y problemas de la
moral personal», es nuestro deber subrayar la
importancia de integrar en el ámbito de la defen-
sa de la vida humana el cuidado de las personas te proceso crear cauces para escuchar su voz y
que llegan a nuestras fronteras, la mayoría de las para darles espacio en la vida de la Iglesia y de la
veces en condiciones tan trágicas. Nunca se dirá sociedad. Es cierto que «el cuidado de los ancia-
que no son humanos, pero, en la práctica, con las nos es responsabilidad primera de la familia, pe-
decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que ro la familia necesita apoyo y ayudas. Es impres-
se los considera menos valiosos, menos impor- cindible un diálogo social e institucional sobre la
tantes, menos humanos. Es inaceptable que los atención a las personas mayores».
cristianos compartan esta mentalidad y estas ac-
titudes, haciendo prevalecer, a veces, ciertas pre- l Al final de la vida. La vida humana, que co-
ferencias políticas por encima de hondas convic- mienza con tanta vulnerabilidad en el seno ma-
ciones de la propia fe: la inalienable dignidad de terno, en muchas ocasiones vuelve a ser frágil en
cada persona humana más allá de su origen, co- la última etapa de la existencia terrena. La gran
lor o religión, y la ley suprema del amor fraterno. tentación consiste en buscar falsas vías, que pre-
tenden eliminar el sufrimiento, cuando lo que es-
l En la enfermedad mental. La salud mental ha tán haciendo es acabar con la vida de la persona.
de ser estudiada y promovida por los profesiona- La eutanasia y el suicidio asistido legitiman la
les de la medicina, pero no cabe duda de que es- muerte como solución a problemas que parecen
te humus de desvinculación, pobreza afectiva y irresolubles. De manera indirecta puede animar y
falta de sentido y esperanza es caldo de cultivo justificar a quien decide poner fin a su vida. Una
adecuado para la génesis y desarrollo de algunas sociedad no puede, al mismo tiempo, mostrar su
de estas enfermedades. El drama del suicidio no preocupación por el incremento de los suicidios y
puede desligarse de estos problemas de salud legitimar la muerte como derecho que soluciona
mental y del vacío de sentido de la existencia. problemas […]. La eutanasia no es un derecho, si-
Consideramos que el alarmante aumento de sui- no la expresión triste de una derrota de lo más
cidios, de manera especial entre los más jóvenes, esencial del ser humano. La eutanasia no solo nos
es un tema que merece ser considerado con hon- quita la vida, sino que claudica en el núcleo de la
dura. Como Iglesia, queremos ofrecer nuestra libertad de ser simplemente humanos, vulnera-
colaboración para afrontar el tema y también de- bles y dependientes, pero de incalculable valor
seamos estar cerca de los familiares y amigos de como seres creados por amor a imagen y seme-
las personas que se han suicidado, acogiendo y janza de Dios, seres con valor y no precio. Por eso,
acompañando con respeto su dolor. una vez más, manifestamos nuestro rechazo a la
ley que regula la eutanasia y pedimos la aproba-
l En la ancianidad. En una sociedad del descar- ción de una ley integral de cuidados paliativos,
te y la desvinculación, los mayores siempre tie- dotada de los recursos necesarios, para acompa-
nen mucho que perder. Constatamos con grati- ñar de manera verdaderamente humana a las
tud que en algunos sectores se está empezando personas en la fase final de su vida.
a reformular su papel y su importancia, pero es
necesario pasar de las consideraciones teóricas, Propuestas de acción
que valoran su insustituible contribución social y
eclesial, a un planteamiento en el que las perso- El análisis realista de la situación no debe lle-
nas mayores sean protagonistas. Es clave en es- varnos al pesimismo ni a la desesperanza, ya
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