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EN PORTADA
La Encíclica Fratelli tutti, como ustedes sa- tes que cualquier otra injusticia, porque, como
ben, propone una lectura actualizada de la pa- nos dice la parábola, todo lo que se necesita pa-
rábola del buen samaritano. La escogí como eje, ra eliminarla es un momento de atención, el mo-
como punto de inflexión, para poder salir de las vimiento interior de la compasión. Dos transe-
“sombras de un mundo cerrado” y “pensar y úntes, considerados religiosos, ven al herido y
gestar un mundo abierto” (cf. n. 56). De hecho, no se detienen. El tercero, en cambio, un sama-
existe una conexión profunda entre esta pará- ritano, objeto de desprecio, sintió compasión y
bola de Jesús y las múltiples formas en las que se hizo cargo de aquel forastero en el camino,
se niega hoy la fraternidad. En particular, el he- tratándolo como a un hermano. Obrando de ese
cho de que la persona golpeada y despojada sea modo, sin siquiera pensarlo, cambió las cosas,
abandonada al borde del camino, representa la generó un mundo más fraterno.
condición en la que se deja a muchos de nues- Hermanos, hermanas, nunca estamos pre-
tros hermanos y hermanas cuando más necesi- parados para la enfermedad. Y, a menudo, ni si-
tados están de ayuda. No es fácil distinguir cuá- quiera para admitir el avance de la edad. Tene-
les agresiones contra la vida y su dignidad pro- mos miedo a la vulnerabilidad y la cultura om-
ceden de causas naturales y cuáles, en cambio, nipresente del mercado nos empuja a negarla.
provienen de la injusticia y la violencia. En rea- No hay lugar para la fragilidad. Y, de este modo,
lidad, el nivel de las desigualdades y la preva- el mal, cuando irrumpe y nos asalta, nos deja
lencia de los intereses de unos pocos ya afectan aturdidos. Puede suceder, entonces, que los de-
a todos los entornos humanos, hasta tal punto más nos abandonen, o que nos parezca que de-
que resulta difícil considerar cualquier expe- bemos abandonarlos, para no ser una carga pa-
riencia como “natural”. Todo sufrimiento tiene ra ellos. Así comienza la soledad, y nos envene-
lugar en una “cultura” y en medio de sus con- na el sentimiento amargo de una injusticia, por
tradicciones. el que incluso el Cielo parece cerrarse. De he-
Sin embargo, lo importante aquí es recono- cho, nos cuesta permanecer en paz con Dios,
cer la condición de soledad, de abandono. Se cuando se arruina nuestra relación con los de-
trata de una atrocidad que puede superarse an- más y con nosotros mismos. Por eso es tan im-
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