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LITURGIA









                    DIOS, NUESTRO                     imagen de Dios. Como cuando en el Antiguo
                                                      Testamento,  Moisés  oyendo  lamentarse  al
                                                      pueblo  de  Israel  en  el  desierto,  se  dirige  a
                PADRE DEL CIELO,                      Dios para decirle: "Acaso he sido yo el que ha
                                                      concebido a todo este pueblo y lo ha dado a
                           ES TAMBIÉN                 luz, para que ahora me digas: llévalo en tu re-
                                                      gazo  como  la  nodriza  a  su  criatura?"
                                                      (Num.11,12). O cuando el profeta Isaías refi-
                 NUESTRA MADRE                        riéndose  a  Dios  exhorta:  "Cantad  a  Dios  un
                                                      cántico nuevo, como parturienta grito, resoplo
                                                      y jadeo. Haré andar a mi pueblo por un cami-
                                                ―     no que no conocían, trocaré delante de ellos la
                                ALFREDO LÓPEZ VALLEJOS  tiniebla en luz" (12,10-16). O más adelante el
                                                      mismo  profeta,  rebatiendo  los  sentimientos
                                                      del pueblo elegido, dice: "Se lamenta, Sión: el
                                                      Señor me ha abandonado, mi Dios me ha olvi-
                                                      dado. ¿Acaso olvida una mujer a su niño de pe-
                     odos los lenguajes humanos resul-  cho, sin compadecerse del hijo de sus entra-
                     tan siempre limitados. Se  ciñen a  ñas? Pues aunque ellas llegasen a olvidarse,
                     nuestra  realidad  natural.  Sirven  yo nunca te olvidaré. Míralo, en las palmas de
                     para  lo  que  sirven  y  no  pueden  mi mano tengo tatuado tu nombre" (49,14-16).
                     pretender mucho más. Por eso re-    Dios es Dios, siempre presente y cercano a
                     sulta normal que a menudo tengan  nosotros aunque se sitúe fuera de nuestras ca-
           T que  recurrir  a  símbolos,  imáge-      tegorías descriptivas. Referirnos a él como pa-
           nes,  alegorías  y  abstracciones.  Pero  ¿es  que  dre no lo reduce a nuestra diminuta represen-
           puede confinarse toda la realidad existente a  tación humana, con nuestros condicionamien-
           la  naturaleza  material?  ¿Dónde  queda  lo  ex-  tos y limitaciones de meras criaturas. Lo real-
           trasensorial, lo sobrenatural? ¿Tendremos que  mente importante es sentirlo eterno, creador,
           ignorarlo, o definirlo con las mismas expresio-  santificador, todopoderoso y al mismo tiempo,
           nes, formas y conceptos que nos sirven para  saberlo cercano, misericordioso, providente y
           las  realidades  habituales?  Nuestras  actuales  capaz de hacer de nosotros seres llamados a
           formas de lenguaje inclusivo, sexista, materia-  ser  partícipes  de  su  naturaleza  divina  (2
           lista ¿tendremos que aplicarlas necesariamen-  Pe.1,3-11;  Jn.1,12;  Rom.6,5;  1  Cor.1,9;  1
           te, a todo y siempre?                      Jn.1,3). ❏
              Es  cierto  que  la  Biblia  nos  habla  habitual-
           mente de Dios como Padre: "Lo mismo que la
           ternura de un padre para con sus hijos, así es el
           amor  de  Dios  para  aquellos  que  le  aman"
           (Sal,103,13); "Vosotros orad así: Padre nuestro
           del cielo..." (Mt.6,9; Lc.11,2); "Padre, en tus ma-
           nos encomiendo mi espíritu" (Lc.23,46); "Aquel
           día lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo da-
           rá" (Jn.16,24.26-27.17,1. 11.24).
              Sin embargo, también le atribuye a veces,
           directa  o  indirectamente  imágenes  y  rasgos
           maternos,  que  completan  nuestra  verdadera


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