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LITURGIA
DICHOSOS LOS
QUE CREAN SIN
HABER VISTO
―
ALFREDO LÓPEZ VALLEJOS
de los clavos, y no meto mi dedo en el costado,
no creeré". Esa es toda su respuesta ante lo
que considera exaltación irracional e insensata
de sus compañeros.
orresponde a la amonestación que En medio de todo aquel regocijo, es solo To-
Jesús dirige al apóstol Tomás más quien continúa viviendo en una actitud dis-
(Jn.20,28) y que para todos nos- cordante, la que él considera la única posible,
otros representa, más bien, una la de la sensatez y la racionalidad. Con todo su
sabia advertencia o una cálida re- descreimiento Tomás solo consigue retrasar
comendación. Tomás era el discí- ocho días de prolongada tristeza, desolación y
C pulo y más tarde apóstol, Tomás, angustia el gozo de recuperar la fe y la expe-
apodado "el mellizo". Por los datos que narra el riencia de reencontrar al Resucitado. "Ocho dí-
evangelio, aparece como bastante vehemente y as después estaban otra vez los apóstoles reu-
temperamental, al estilo de los "boanerges" nidos y Tomás con ellos": "La paz con vosotros".
(los hijos del trueno) (Mt.3,17), Santiago y Luego dice a Tomás: "Acerca tu dedo, trae tu
Juan. Tomás manifiesta su apasionamiento en mano y métela en mi costado". Así ocurre la
la escena en la que aparece dispuesto a dar su transformación del encuentro. "Señor mío y
vida por el Maestro, y no dejarle ir solo cuando Dios mío".
creían que iban a matarle (Jn.11,16). No estaba Tomás tuvo que rendirse ante la evidencia y
con ellos en una de las primeras apariciones la condescendencia de Jesús resucitado, acep-
del Señor después de su resurrección. Además tando la miseria de sus engreídas condiciones
debía ser, según aparece en la escena a que nos para poder recobrar la alegría de la fe, el hori-
referíamos del evangelista Juan, un tanto es- zonte de una esperanza recuperada y comen-
céptico y desconfiado (Jn. 20,19-29). zar a vivir lo que sus compañeros habían vivido
De hecho, desilusionado y decepcionado y testimoniado desde que, en lugar de parape-
después de haber sido testigo de la muerte del tarse en sus prevenciones, estaban predispues-
"maestro", ya no está dispuesto a volver a cre- tos a creer y conformarse con los primeros sig-
er, ni esperar, ni dejarse persuadir fácilmente nos incluso antes de encontrarlo resucitado.
por mucho que los demás discípulos, "llenos de Unos signos y señales, por insignificantes que
alegría" le testimoniasen: "Hemos visto al Se- parecieran, como el del sepulcro vacío, el de
ñor", "se ha aparecido a Simón" (Lc.24,34). To- unas vendas enrolladas en un lugar aparte
más ha decidido refugiarse en su susceptibili- (Jn.20,6), o el testimonio de las mujeres, primer
dad, en lo que considera la racionalidad de los testimonio de la resurrección.
acontecimientos para no tener que verse some- Realmente no parece muy racional demorar
tido de nuevo al dolor del desengaño y la des- el gozo de la fe, por las prevenciones de una ra-
esperanza. "Yo, si no veo en sus manos la señal cionalidad impuesta por las circunstancias. ❏
38 • LA VERDAD