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LITURGIA









                                 LOS DOS


              HERMANOS DE LA


                             PARÁBOLA


                                               ―
                               ALFREDO LÓPEZ VALLEJOS





                     nte esta parábola del evangelio
                     de  san  Mateo  (21,28-32)  caben
                     diversas  reflexiones.  ¿Por  qué
                     las relaciones de ambos herma-
                     nos  aparecen  tan  desabridas  y  ra  manifestar  su  escasa  confianza  en  nos-
                     desconsideradas?  ¿Por  qué  no  otros, ni transmitirnos una visión negativa de
          A surge  en  la  parábola  la  figura      los destinatarios que le escuchaban. Es cierto
          afectuosa,  cordial,  o  simplemente  normal  de  que solo aparecen dos tipos de hijos, el des-
          un  tercer  hijo  más  considerado,  que  ante  la  considerado y el falsario, pero lo cierto es que
          solicitud paterna de ir a trabajar a la viña, hu-  en  los  evangelios  no  falta  la  figura  del  hijo
          biera respondido: “Sí, padre querido, lo que tú  perfecto, ese "tercer hijo" modélico que echa-
          desees, no faltaba más”, y efectivamente hu-  mos  de  menos  y  con  el  que  pretenderíamos
          biera  acudido  presuroso  a  cumplimentar  el  identificarnos. Se trata de sí mismo, del pro-
          encargo?                                   pio  Cristo  Jesús,  “el  Hijo  amado”  (Is.42,1-4;
             ¿Quizá porque Dios nos conoce demasiado  Mt.3,17; 17,5; Jn.1,32-34). El propio san Pablo
          bien y no siempre confía en nosotros como ca-  nos exhorta: “tened entre vosotros los mismos
          bría esperar?, o ¿será más bien porque el Se-  sentimientos de Cristo...” (Fil.2,5-8).
          ñor, conociendo nuestras contradicciones, en  En definitiva, una parábola que nos mues-
          la realidad de nuestro seguimiento, quiso po-  tra el camino de la coherencia, aunque a ve-
          ner de manifiesto el valor definitivo del arre-  ces desmintamos con nuestras obras nuestra
          pentimiento como lo más normal y positivo en  fascinación  por  las  enseñanzas  del  Señor.
          nuestras vidas?                            “Cuando el malvado se convierte de su peca-
             Lo cierto es que la parábola deja una sen-  do y practica la justicia y el derecho, él mismo
          sación  decepcionante  ante  la  actitud  de  am-  se salva; si recapacita y se convierte, cierta-
          bos  hijos.  Lo  importante  es  que  el  primero,  mente  vivirá2 (Ez.18,26-28).  “Señor,  enséña-
          después de negarse y desairar a su padre, "re-  me  tus  caminos,  instrúyeme  en  tus  sendas,
          capacitó y fue", mientras que el segundo no  haz que camine con lealtad  y coherencia, en-
          perdió  la  oportunidad  de  limitarse  a  quedar  séñame,  porque  tü  eres  mi  Dios  y  Salvador.
          bien, simular lo mejor de sí mismo, con cum-  Recuerda, Señor, que tu ternura y tu miseri-
          plidos meramente formales.                 cordia  son eternas; no te acuerdes de mis pe-
             Pensándolo  bien  no  parece  que  la  ense-  cados ni de las maldades de mi juventud” (Sal.
          ñanza del Señor con esta parábola pretendie-  24,4-6). ❏


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