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FAMILIA
UNA NOSTALGIA
RELIGIOSA
POCO SANA desprecios, sino que se consideraba un ele-
mento esencial de la vida cotidiana. Hace tan
― solo 25 años asistir a la eucaristía dominical
era visto como una práctica habitual. Hoy, por
ROBERT KIMBALL
el contrario, los que asistimos a misa somos
vistos como personas raras y en muchas oca-
siones somos los únicos vecinos de nuestro
edificio en hacerlo. En muchos pueblos los jó-
venes tienen miedo a que se les vean asistir a
nte el panorama tan desolador misa, sabiendo que pueden ser ridiculizados.
de templos prácticamente va- Pero nunca debemos permitir que el re-
cios, el vertiginoso descenso de cuerdo nostálgico de tiempos mejores para la
las bodas celebradas en la Igle- práctica religiosa nos lleve a la desesperación
sia, y el abandono general de los o a nuestra renuncia por revertir la situación.
jóvenes de la práctica religiosa, Ante todo, es preciso confiar en el amor pro-
A es de esperar que muchos cató- videncial de Dios que nunca abandona a los
licos practicantes miremos hacia atrás con que trabajamos por la extensión de Su Reino
nostalgia a otras épocas de nuestra historia en por el mundo. Nos toca sembrar y Dios hará
las que la práctica religiosa era mayoritaria germinar las semillas que hemos sembrado
en la sociedad. Los católicos comprometidos según su infinita sabiduría. Tampoco conviene
por nuestra fe nos acordamos a menudo de un olvidar que la Iglesia ha pasado también por
ambiente abierto al fenómeno religioso, en el graves momentos de crisis en su historia mo-
que la participación activa en celebraciones tivados por los pecados de los hombres, que
religiosas no fuera motivo de críticas, burlas o se han superado por la gracia de Dios y el tes-
timonio de los santos que han acertado a cum-
plir la voluntad divina en su vida cotidiana.
A las familias cristianas nos corresponde,
pues, ser testigos de la fe, esperanza y la ca-
ridad en una sociedad cada vez más seculari-
zada y alejada de Dios. No hemos de dejarnos
obsesionar por la escasa participación de
otras familias en la práctica religiosa, sino ma-
nifestar con alegría e ilusión que la vivencia
de la fe es nuestro principal sustento para su-
perar las dificultades en nuestra vida conyu-
gal y familiar. La adversidad que debemos
afrontar para practicar nuestra fe, nos impul-
sará a profundizar en ella y vivirla con un ma-
yor compromiso para el bien de las familias y
de la sociedad. ❏
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