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SEMANA SANTA
CUARTA ESTACIÓN
JESUS ENCUENTRA A SU MADRE
Madre, mientras tú me mires ya no habrá caída de la que no me pueda
levantar. Y es que hay tantas miradas: lascivas, lujuriosas, envidiosas,
burlonas, condenatorias que nos hacen caer… Y, sin embargo, frente a
todas esas miradas del mundo, basta tu mirada, Madre, para que yo, tu
Hijo Jesús, me pueda levantar. Si todo el mundo experimentara la fuer-
za virginal de tu mirada, no habría caido que no se volviera a levantar.
Todo hombre que viene a este mundo caerá para siempre –el infierno–
o entrará triunfante en la gloria –el cielo– por una decisión de vida fren-
te a mí. Te lo dijo Simeón cuando me llevabas en brazos ocho días des-
pués de nacer. Nací de tus entrañas para ser signo de contradicción.
R/. Te adoramos oh Cristo y te bendecimos porque con tu santa cruz
redimiste al mundo. Padrenuestro...
QUINTA ESTACIÓN
EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR SU CRUZ
¡Lo que pesa la cruz cuando hay que llevarla a la fuerza! Pero sobre to-
do, cuánto pesa la cruz que no es nuestra, esa que nos viene impuesta
por culpa de otros, por las circunstancias de la vida. Es muy posible que
Jesús y el cireneo no se conocieran de nada. Cuántas veces nos utiliza
el Buen Dios para llevarnos a circunstancias que no son las nuestras. Pa-
saba por allá y… es cuando nos damos cuenta que en “ese pasaba por
ahí” es donde nos sentimos escogidos y descubrimos muchos misterios.
Donde nos sentimos privilegiados inmerecidos de empujar a la cruz y no
echar peso sobre ella. Porque, al ser cirineos, colocamos nuestro hom-
bro sobre el madero para elevarlo hasta el Gólgota y desde el Gólgota a
la gloria. ¡Grande caminar y buscar a Jesús en la cruz de los demás!
R/. Te adoramos oh Cristo y te bendecimos porque con tu santa cruz re-
dimiste al mundo. Padrenuestro…
SEXTA ESTACIÓN
LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE CRISTO
Lo peor de nosotros mismos no es todo el mal que habremos hecho a lo
largo de la vida, sino la cantidad de veces en las que viéndote solo, amo-
ratado y tiritando, sencillamente no hemos hecho nada. Qué fácil ensal-
zar y acariciar lo que el mundo endiosa. Qué difícil ir contracorriente: sa-
lir de la masa y ser testigos. Salir de la timidez apostólica y ser defenso-
res de nuestra fe. Salir de nuestra cobardía y dar la cara por Cristo. Las
periferias de la Iglesia no están muy lejos de ella: en nuestras familias,
en nuestra vida sacerdotal o laical, en nuestras parroquias, en nuestros
trabajos, ocio, deporte y tantas realidades podemos ser verónicas. Per-
sonas que curemos muchas heridas o espectadores de una competición
donde esperamos que gane el mejor dejando de lado a muchos vencidos
R/. Te adoramos oh Cristo y te bendecimos porque con tu santa cruz re-
dimiste al mundo. Padrenuestro…
40 • LA VERDAD

