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SEMANA SANTA







                                    DÉCIMA ESTACIÓN
                                    JESUS DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
                                    Desnudo en tantos hombres y mujeres desnudos. Desnudos en Europa
                                    despojada de raíces cristianas por aquellos que son verdugos de todo lo
                                    que huela a cristiano. Desnudos de dignidad, de identidad y valor personal;
                                    desnudos de la gracia de Dios y su dignidad de hijos de Dios; desnudos y
                                    andrajosos por las calles de tantas grandes metrópolis de nuestro insólito
                                    y absurdo siglo XXI. Desnudo te vieron nacer san José y Nuestra Señora, tu
                                    Madre, mientras te envolvía en pañales en el pesebre. Te dejaron desnudo
                                    en la cima del Gólgota para vergüenza y escarnio donde consumar sus
                                    odios y amenazas. Y mientras ellos te desnudaban, Tú a todos nos revestí-
                                    as de criatura nueva, junto a tu Madre fiel, pegada a tu cruz. Desnudo nos
                                    ponías en sus brazos –«he ahí a tu hijo…»– para que, como a ti, la noche
           que cantaron los ángeles –también a nosotros–, Ella cubriera nuestra desnudez con tus mismos pañales.
           R/. Te adoramos oh Cristo y te bendecimos porque con tu santa cruz redimiste al mundo. Padrenuestro...


           DÉCIMO PRIMERA ESTACIÓN
           JESUS ES CLAVADO EN LA CRUZ
           Te veo morir en la cruz y no sé por qué siento como si tuviera yo mismo
           el martillo en las manos. Pero Tú, por mí, por cada uno de todos, has da-
           do la vida, como grano y uva, cuerpo que se rompe, sangre bendita que se
           derrama, prenda de gloria para un nuevo cielo y una nueva tierra, donde
           todos los pobres, todos los redimidos, se sienten en tu banquete. Nupcias
           de la Jerusalén celeste, sobre la cruz del cordero, que salvó a las ovejas,
           que al redil por fin a todas devolviste, sanas y salvas. Te miro colgado en
           la cruz, con los brazos y el corazón abierto en canal. Y desde ese preciso
           instante, Dios abraza para siempre a toda la humanidad. Abre más los
           brazos, buen Dios, que somos tantos los mendigos y sedientos de tu amor.
           R/. Te adoramos oh Cristo y te bendecimos porque con tu santa cruz re-
           dimiste al mundo. Padrenuestro…



                                    DÉCIMO SEGUNDA ESTACIÓN
                                    JESUS MUERE EN LA CRUZ
                                    Tu voz, tu mirada, que en este instante se apagarían para siempre. De tu
                                    muerte en la cruz brotará hasta el fin de los siglos la vocación de todo cris-
                                    tiano. Mirada que inunda el corazón de luz; llamada y voz que nos pene-
                                    tran con la melodía de su canción. Mirada y voz con las que Dios nos abra-
                                    za y sella para siempre, queriéndolo solo para sí. Mirada y voz que se con-
                                    vierten en gemido de Cristo: «Tengo sed, no de tu agua, sino… ¡sed de tu
                                    sed!» Mirada y voz que despertaron esa sed incontenible… el anhelo y la
                                    sed de ser solo de Dios. En el don inmerecido de la vocación descubres
                                    por primera vez la experiencia de tu propia sed; inexplicable sed, pero la
                                    más verdadera. Al verle morir en la cruz, lo único que eres capaz de de-
                                    cir, tu única plegaria, es: «¡Jesús, tengo sed de ti! ¡Tengo sed de tu amor!».
                                    R/. Te adoramos oh Cristo y te bendecimos porque con tu santa cruz re-
                                    dimiste al mundo. Padrenuestro, Ave María, Gloria…


           42 • LA VERDAD
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