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LITURGIA
TE DOY GRACIAS,
PADRE, SEÑOR de su reino. So los pequeños de este mundo,
DEL CIELO Y DE los "anawim de Dios", como los define el Anti-
guo Testamento. Los que saben que necesitan
de Dios, los que pueden escucharle y admirar-
LA TIERRA se y sorprenderse por las maravillas que Dios
manifiesta en ellos.
Así lo proclamaba también la Virgen de
― Nazaret, ante el anuncio de la elección de
ALFREDO LÓPEZ VALLEJOS Dios, en la conocida escena de su respuesta
del Magnificat (Lc.1,46-55), cuando alaba a
Dios: "Porque ha mirado la humildad de su
sierva, porque ha hecho maravillas en mi fa-
vor, el Poderoso”. Y continúa reconociendo,
a expresión, en su sentido etimoló- como verdadera necesitada de Dios: "Desple-
gico original ("eu-jaris"), corres- gó la fuerza de su brazo, dispersando a los so-
ponde a una auténtica eucaristía berbios de corazón. Derribó a los potentados
en boca de Jesús (Mt.11,25), una y exaltó a los humildes. A los hambrientos los
expresión de alabanza o acción de colmó de bienes y a los ricos los despidió va-
gracias, que en el actual lenguaje cíos, acordándose de su misericordia". ❏
L litúrgico identificamos con la prin-
cipal celebración cristiana.
El motivo de este regocijo de Jesús ante la
grandeza de Dios se debe al anuncio evangéli-
co del reino de los cielos y el reconocimiento
de su especial predilección por los pequeños y
los humildes de este mundo: "porque has ocul-
tado estas cosas a sabios e inteligentes y se
las has querido revelar a los sencillos".
Resulta reconfortante encontrar esta refle-
xión evangélica, que nos asegura la certeza
del amor de Dios y su preferencia, porque la
realidad de la vida llega, a veces, a agobiarnos
con su ritmo y nos va desgastando la esperan-
za. Una palabra dirigida certeramente a los
sencillos de corazón, a los que necesitamos
creer en Dios.
Cuántas veces, en las páginas de la Biblia,
los que a los ojos de este mundo aparecen co-
mo marginados, ignorados e insignificantes,
son los que, en realidad, tienen acceso a la
verdadera sabiduría, los que aciertan a enten-
der las cosas de Dios y se llenan de la felicidad
38 • LA VERDAD